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La que mentí fui yo



Estás en el puesto de flores, parado, la mirada perdida y el alma en el suelo, comprando unas flores que ni siquiera son del color que me gustan.
Hoy caminas entre tus propias ruinas, pisando cada uno de tus putos fracasos a cada paso. El aire casi no pasa por tus pulmones. Derraman las suelas de tus zapatos el dolor de mi partida y llevas en el paladar el dolor de la no despedida. No pudiste despedirte de mí y la luna se tapa los ojos para no verte. Creo que hasta ella se avergüenza de ti.
El camino largo y sinuoso lleva a una lápida cubierta de flores. Flores de todos los colores que casi no dejan ver el nombre en relieve inscrita en ella. No te dio tiempo a regresar aunque me lo prometiste una y mil veces. Y otras mil prometí yo esperarte. Ignorabas que me moría cada día un poco más. No te diste cuenta que me ahogaba sin ti. Me pasé media vida esperando a alguien que para cuando regresó ya era demasiado tarde.
¿Cómo comprarle flores a la mujer que mataste con tus ausencias? ¿De qué me servirán ahora si no es para arrojártelas con desprecio a los pies? ¿Con qué ojos vas a mirarme y con qué palabras vas a pedirme perdón? ¿Quién dijo que de amor ya no se muere? Porque mentía. Yo morí. La vida se me hizo muy pesada sin ti y no encontraba razones para vivir. Tus promesas se convirtieron en toneladas que me aplastaban cada mañana un poco más. Y he de reconocer a pesar de todo que no mentiste, maldito.
Volviste. Aquí estás.
La que mentí fui yo…prometí esperarte y no cumplí.
(15/02/2015)

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