Domingo. Nueve de marzo. Te añoro. Me quiebra el alma este echarte de menos. Este no tenerte aquí y ahora. Disimulo. Y me pinto una sonrisa con ese carmín que uso habitualmente. Siempre se me dio bien disimular.Y hago cómo que no te pienso y sin embargo, llenas todos y cada uno de mis pensamientos. Y evito mirarme la piel que la tengo descarnada por tu ausencia. Me haces falta en todos mis momentos. En este mundo tan vacío sin ti. Y me sangran las heridas y hago cómo que no me duele. Y no miro al suelo para no ver cómo está manchado de este dolor. He intentado limpiarlo .Más que nada para entretenerme y tener algo qué hacer. Pero las jodidas manchas persisten. Hasta le eché un quitamanchas de esos que anuncian en televisión y que según dicen, es infalible. Me estafaron. Porque no sirve. Y no puedo devolverlo porque ya lo usé. Pero mañana la lío parda en el supermercado. Me duele el sol que baila en el salón. Juraría que hasta se ha puesto su vestidito de domingo sólo para fastidiarme. He intentado ignorarlo, pero los rayitos danzan y danzan sin parar, cómo la letra de esa canción de la que no recuerdo ahora el autor. He bajado las persianas, que le vayan dando al sol. Pero ahora que lo pienso, puede que haya sido el café de esta mañana. No me dí cuenta y me lo tomé. No le noté nada raro al sabor. Creo que se ha colado en él mis ansias de ti. Yo y mi manía de no usar colador. Domingo. Nueve de marzo. Te echo de menos. El corazón vuelve a mirarme con el ceño fruncido. Al pobre lo traigo loco. Me ha dicho que cómo siga así, coge los petates y se larga de vacaciones por tiempo indefinido. He intentado dormir un rato, si duermo no te pienso ni me dueles, pero Morfeo me ha dicho con desaire, que me deje de cuentos y que no lo ande molestando. Que parezco una niña malcriada y se está cansado de mis nostalgias. Ya no sé que hacer ni a quién recurrir. Ya sé! Me daré una ducha, siempre funciona. El agua caliente hará resbalar junto con el gel todo esto que siento. Se irá por el sumidero este domingo sin ti. Maldita sea...me cortaron el gas.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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