Ir al contenido principal

Por qué te quiero


Mientras la lluvia golpea el cristal y el olor de tierra mojada llega hasta mí, te escribo esto para decirte por qué te quiero, Te quiero porque eres el pintor que me dibujas alas y me haces volar. El mago que me pintas sueños y me los hace vivir. Y conviertes las palabras en versos viajeros que me recorren por dentro. Eres la calma  cuando yo soy tempestad. La paciencia para mi impaciencia. El sol para mi lluvia. La primavera para mi otoño. Eres el perfume embriagador que no me deja pensar. Has derribado cada muro que construí con tu inmensa ternura. Y sin tocarme me llegas. Eres capaz de erizarme la piel hasta puntos inimaginables e insospechados. Y has entrado sin permiso y te has adueñado de mi mente. Y soy especial sólo cuándo tú estás conmigo. Y tus manos, tus preciosas manos tocan cómo un experto pianista cada fibra de mi ser. Eres el descubridor de rincones de mi alma, que ni sabía que existiesen. Eres el ladrón que se queda con mi aire, que me paraliza y que me deja sin argumentos. Te quiero por todo esto. Por todos esos momentos que grabas en mi piel. Porque me haces desear anidar en tu garganta, en tu cuello y en tu boca. Y ser la huésped que se quede en tu cuerpo. Eres las ansias de andar descalza por un césped mojado. El deseo de bailar bajo la lluvia. El abrazo capaz de transmìtir cada sensación que tus palabras no alcanzan a expresar. Y arroyo claro de sentimientos puros.Y me conviertes en tesoro valioso que proteges y cuidas como el más valiente de los guerreros. Fuerte cómo el junco, valiente luchador por fuera, que encara la vida de frente y sin temor. Hombre hecho dulzura cuándo se trata de mí. No sé los motivos por lo que me quieres a mí. Sólo sé las razones por las que te quiero yo a ti.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Se le olvidó mi nombre

Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al

Te llamaré Jota

Se levanta del sillón para alejarse de la soledad que está sentada enfrente. No la llamó y vino sin permiso para quedarse. La mira descarada y hasta parece que se ríe de ella. A su lado sentada está la tristeza, que la mira con esos ojos tan suyos. Se retan entre ellas a ver quién de las dos puede hacerle más daño. María sale y se sienta a la orilla de un mar que se imagina. Donde él vive no hay mar y por eso lo espera allí, sentada en la arena ahora fría mientras mira al horizonte. Se alejó de ella casi sin despedirse, sin darle tiempo a nada. Y la mata cada día con su ausencia. Ella lo llama a cada instante pero se volvió de granito y no la escucha. Se tapa los oídos porque no quiere escucharla. María lo esperará siempre aún consciente de que él jamás regresará. Y llora cada vez que piensa en él. Y suplica para que el dolor que siente en el corazón se le vaya. Y ruega en voz alta y en voz callada que la suelte. Que es su mano la que fuerte y

Los guantes nuevos (Cuento de Navidad)

Las calles se engalanan y las luces de mil colores estallan en mi retina. La música que se desprende de algún sitio llega hasta mí. Villancicos de siempre, letras ya conocidas. La navidad no es como antes.  No hay gente cantando por las calles. Hasta el olor ha cambiado. Observo a las personas caminar, con la cabeza gacha y el andar apresurado. Siempre llevan prisa. Desde mi pedestal no hago otra cosa que mirar, observar. Apenas me ven, soy una estatua que se mueve por dinero. No es que me guste la Navidad, hace tiempo que dejé de creer en la magia que algunos creen que tiene. Pero me vienen bien esta fechas.  A la gente que no les preocupa nada ni nadie en todo el año, les nace un sentimiento pasajero, efímero y  bondadoso que les hace tirarme alguna moneda.  Ya está. Se van felices porque ese gesto callan sus conciencias.  Me miran con la lástima que en otro mes cualquiera cambian por desprecio. Me gusta la Navidad simplemente porque me beneficio de ella.