Esparcí por su vida todos los momentos de mi primavera. Supuse que el aroma de las flores nuevas que brotaban, le gustaría. Así que le regalé todo marzo, abril y mayo envuelto en papel celofán. Con todos sus días y sus noches. Madrugadas en flor cómo el cerezo preñado que hay en mi jardín. Pero él, era más de invierno. Declinó todo aquello y me dejó el alma como un auténtico iceberg. Ahora solo espero que regresen los meses de primavera...para descongelarme.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
Comentarios
Publicar un comentario