Y te quise aún sabiendo que nunca te tendría. Te quise como se quieren todos los amores imposibles. Con ganas. Con dolor. Con desesperación. Con rabia. Te quise siempre. Desde que te vi entrar por primera vez en clase. Con tu faldita roja y tus calcetines a juego. Con tu jersey azul. Y tu coleta negra azabache. Quise tu mirada de niña y amo tu mirada de mujer. Y te sentaste a mi lado del pupitre y aún llevo el recuerdo de tu aroma infantil impregnado en mí. Y tu manía de poner la mochila en el suelo y mi costumbre de tropezar con ella. Quise tus risas. Tu estuche y tus lápices de cera. Y la goma de borrar que compartìamos, porque siempre se me olvidaba la mía en casa. Y quise nuestros juegos en el patio, y las tardes de estudios. Y te quise y me moría cada día un poco. Y te amo hoy y grande es mi amargura. Inmensas, largas y solitarias las noches que te he llorado. Pasaste de niña a mujer a mi lado y ni una sóla palabra se me escapó, que pudiera hacerte sospechar este loco y apasionado amor. Para que no te fueses. A pesar de mí mismo y este dolor que no ha menguado con el paso del tiempo.Y me convertiste en el confidente de tus primeros amores, de tus primeros besos. Y limpié tus primeras lágrimas por aquél chico que te gustaba y no te hizo caso. Y aprendí a no maldecir a todo ser que se atreviese a lastimarte. Y aprendí a no moderme los labios en tu presencia para que no notaras cómo me dolía. Aprendí a no apretar los puños mientras tú me matabas a cada segundo. Nunca estudié arte dramático y sin embargo me convertí en el mejor actor. Mañana conseguiré la estatuilla al mejor papel, cuándo cruces la alfombra de mi brazo...y te cases con él.
Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al
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