Ir al contenido principal

Su voz

Era el tono de su voz, el que la llevaba a la bendita locura de desearlo con puro y absoluto fervor. Ignoraba que la pasión pudiese  viajar a aquella velocidad hasta introducirse de tal forma en su sangre, que la dejaba sumida en el más profundo de los delirios. Y sus silencios. Esos intervalos de silencios, que decían tanto sin decir, esos ya le hacían desear un camisa de fuerza, para impedirle no tirarse a su yugular. Y morderlo con ganas. Hasta hacerlo gritar de dolor. Y el deseo de clavarle las uñas en la espalda, hasta hacerle suplicar que bajase el ritmo de la presión, casi se convertía en el más prioritario de sus objetivos. Esa voz viajaba desde su oido hasta el mismo centro de su ser. Y la elevaba para luego dejarla caer. Y la enervaba. Y convertía cada uno de sus poros en volcanes líquidos. Era entonces cuándo las sábanas se aliaban para ser cómplice  de aquél lacerante fuego. No era capaz de pensar en otra cosa que no fuese en que la hiciera suya de pleno. En aquella cama, o contra la pared, o en el suelo, qué más daba el lugar. Aquél deseo que despertaba en ella, era sencillamente indescriptible. La mujer que habitualmente era, desaparecía para convertirse en puras llamas incandescentes. Le costaba horas intentar sacarse todo lo que le provocaba esa voz. Y eso era, cómo intentar quitarse el rojo de la piel, cuándo el sol la quemaba al no haber sido generosa con el bronceador. Prácticamente imposible.
Sólo volvía a ser normal...cuándo colgaba el teléfono.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Se le olvidó mi nombre

Jugueteaba con la bastilla de su vestido, la agarraba, se la enrollaba entre los dedos para luego soltarla y alisarla con la mano con absoluta parsimonia.Llevaba rato haciendo lo mismo, sentada en su sillón con un mullido cojín en la espalda que hacía que su cuerpo se encorvara ligeramente hacia delante. De vez en cuando levantaba la cabeza y me miraba, entonces se ponía muy seria. Yo la miraba buscando en sus ojos algún sentimiento, algún pensamiento dicho en voz alta. Hacía tiempo que no hablaba más que alguna palabra suelta,sin sentido para mí aunque tal vez, con algún sentido para ella. No recuerdo el día en que su pelo se volvió tan blanco, ni de cuando su cara se surcó de arrugas, tampoco recuerdo cuando sus manos, antaño enérgicas y seguras se volvieron quebradizas e inseguras.Lo que sí recuerdo con total nitidez, es el día en que dejó de llamarme por mi nombre, recuerdo la primera vez que me miró y supe que me había convertido en una extraña para ella. Me echó al

Te llamaré Jota

Se levanta del sillón para alejarse de la soledad que está sentada enfrente. No la llamó y vino sin permiso para quedarse. La mira descarada y hasta parece que se ríe de ella. A su lado sentada está la tristeza, que la mira con esos ojos tan suyos. Se retan entre ellas a ver quién de las dos puede hacerle más daño. María sale y se sienta a la orilla de un mar que se imagina. Donde él vive no hay mar y por eso lo espera allí, sentada en la arena ahora fría mientras mira al horizonte. Se alejó de ella casi sin despedirse, sin darle tiempo a nada. Y la mata cada día con su ausencia. Ella lo llama a cada instante pero se volvió de granito y no la escucha. Se tapa los oídos porque no quiere escucharla. María lo esperará siempre aún consciente de que él jamás regresará. Y llora cada vez que piensa en él. Y suplica para que el dolor que siente en el corazón se le vaya. Y ruega en voz alta y en voz callada que la suelte. Que es su mano la que fuerte y

Los guantes nuevos (Cuento de Navidad)

Las calles se engalanan y las luces de mil colores estallan en mi retina. La música que se desprende de algún sitio llega hasta mí. Villancicos de siempre, letras ya conocidas. La navidad no es como antes.  No hay gente cantando por las calles. Hasta el olor ha cambiado. Observo a las personas caminar, con la cabeza gacha y el andar apresurado. Siempre llevan prisa. Desde mi pedestal no hago otra cosa que mirar, observar. Apenas me ven, soy una estatua que se mueve por dinero. No es que me guste la Navidad, hace tiempo que dejé de creer en la magia que algunos creen que tiene. Pero me vienen bien esta fechas.  A la gente que no les preocupa nada ni nadie en todo el año, les nace un sentimiento pasajero, efímero y  bondadoso que les hace tirarme alguna moneda.  Ya está. Se van felices porque ese gesto callan sus conciencias.  Me miran con la lástima que en otro mes cualquiera cambian por desprecio. Me gusta la Navidad simplemente porque me beneficio de ella.